Incluso a parientes que estaban en exilio les pasaban por teléfono y les colocábamos el teléfono ahí en la televisión para que escucharan que, ¡por televisión!, un medio masivo, por primera vez, una opción contraria a la dictadura estaba teniendo su voz.
La llegada de ese día, el plebiscito, en mi caso, estaba bastante planificada y era como la culminación de muchos años en que uno soñaba con una situación así. No sé si plebiscito propiamente tal o salida un poquito más violenta. Uno soñaba con la posibilidad de que esto terminara o se aliviara por lo menos. Y el plebiscito era una manera de alivio. Y, por lo mismo, igual de emocionante. Y había expectativa, había incertidumbre también. Entonces cuando uno llega a ese día era un día en que uno sabía que era un día más el que tenía responsabilidad, en mi caso, yo había militado durante la dictadura. Por lo tanto, ese día era la culminación de una militancia hacia atrás. Por lo tanto, había que trabajar también ese día como los otros días. Y el trabajo era bastante simple, y claro y obvio. Era controlar en un conteo simultáneo la votación, el sufragio, para que no se produjera fraude. Y fue muy bonito eso por que creo que fue la primera actividad realmente colectiva en conjunto orgánica, planificada, abierta, por así decirlo, por que todo lo demás era más cerrado con la clandestinidad y todo eso. O la otra posibilidad era en las manifestaciones públicas, pero esto era una manifestación pública pero coordinada con una planificación que significaba, que implicaba toda una secuencia que era estar en las mesas, controlar la cantidad de votos del Sí y del No. Después un mensajero que se iba en bicicleta llevaban por barrio, por comunas las papeletas y llegaban a unas casas y yo me acuerdo de estar en una casa y que íbamos anotando lo que iba llegando. Por lo tanto, en ese sentido fue una emoción contenida y fue una pega de burocracia revolucionaria, en el sentido revolucionario de se genera un cambio. Y cuando llegamos al conteo y veíamos que efectivamente el NO iba ganando, la emoción iba creciendo pero también la incertidumbre porque no sabíamos que iba a pasar, sobre todo cuando después se pusieron a correr rumores de que no iba a reconocerse el verdadero resultado, digamos. Sobre todo cuando Cardemil anuncia, que el Secretario de Informaciones, el Secretario General de la República, encargado de dar los primeros resultados, y el primer escrutinio es con el 0.0009% de los votos escrutados –que es ridículo– y por supuesto que iba ganando el Sí, pero era un pequeñísimo porcentaje de la población. Después llegó otro publicando, que era un poquito más y seguía ganando el Sí. Entonces, ya empezó a preocupar la situación porque si seguía así, el Sí, se iba a generar un fraude generalizado. Entonces, rápidamente en forma simultánea, y eso es muy bueno, de alguna manera se fue creando un “gobierno simultáneo”, entre comillas, en que algunas radios también, las radios disidentes, iban dando un cómputo completamente distinto que iba ganando el No, y fue tan arrasador eso que finalmente Matthei tuvo que reconocer que efectivamente está ganando el No, pese a la rabia de Pinochet, y todo eso. Entonces, pero eso se sabe, todo eso se sabe.
Pero internamente lo que yo viví fue casi la culminación natural de algo que uno había estado haciendo, pero que no pensaba que en un momento iba a ser real. Además, yo directamente había estado muy ligado en el plebiscito por la campaña, por la campaña política por la cual participé. Eso fue muy emocionante porque, al ver por televisión – el primer día me acuerdo – al ver por televisión, un espacio público por televisión – medio público masivo – un espacio en que se daba cuenta de la disidencia de que había una opción distinta a la dictadura, por primera vez en forma masiva, digamos, por televisión. realmente fue algo que uno, si bien es cierto sabía, porque, tu sabías que se iba a pasar por televisión, al verlo en televisión, el primer día, que se estaba abriendo, te vino una emoción tremenda porque era un logro indescriptible. Incluso a parientes que estaban en exilio les pasaban por teléfono y les colocábamos el teléfono ahí en la televisión para que escucharan que, ¡por televisión!, un medio masivo, por primera vez, una opción contraria a la dictadura estaba teniendo su voz. Y yo creo que eso fue, fíjate, fue no sé si crucial, pero muy importante. Si no, si la franja no se hubiera transmitido por televisión, no sé si hubiera ganado, fíjate. El miedo era tan grande que, y la paranoia era tan grande que incluso muchos pensaban que le estaban vigilando en la mesa, en el cubículo, digamos, que está votando. Uno se sentía perseguido, vigilado. Uno tiene, en la dictadura, uno tiene internalizado la vigilancia, la tiene. Por lo tanto, no era fácil contrarrestar eso, combatir eso. Y la televisión fue muy importante. ¿Por qué? Porque lo que ve la gente en televisión, sobre todo en una dictadura, es lo que está legitimado. O sea, la televisión te da permiso, y si la opción No estaba saliendo en televisión quiere decir entonces que se podía, que era posible. Ya no era tan terrible. O sea, de alguna manera el soporte, la televisión, te legitimaba la opción del No. Y yo creo que eso fue muy, no lo pensaron, fíjate. O algunos que querían que, de ellos mismos, digamos, querían que la dictadura terminara para una transición más política porque veían que la situación estaba muy densa, no lo quisieron decir. De hecho, le dijeron a Pinochet que se ganaba fácilmente. Pero yo creo que el medio de la televisión fue crucial para eso, porque tú lo que veías en televisión era lo legítimo, lo que estaba bien. Y la gente se tranquilizó un poco, yo creo. Vio la opción No, una posibilidad lícita que no estaba ni peleada ni reñida con el sistema, digamos. Obviamente no era tan claro, pero eso ayudó mucho.
Entonces, cuando vi por primera vez la franja, ya empecé a tener una confianza, además una emoción muy grande de estar también involucrado allí, y de estar más cerca de la gente. Yo creo que la televisión también generó, entre la gente que quería terminar con la dictadura, pero que no se atrevían, un alivio y una cercanía entre toda esa gente. Entonces, la gente empezó a hablar un poco más porque la televisión lo permitía.
Entonces, cuando llegó el día del plebiscito, yo venía ya, como había trascendido la emoción de la franja y venía con bastante expectativa, entusiasmo y sobre todo con el, ese día fue de mucha satisfacción por que pude disfrutar en fondo como cuando uno hace una obra de teatro, cuando uno hace una obra en general o participa con el otro en trabajo de equipo, solo que la repercusión de esto era fundamental, era el destino del país. Y tal como ese equipo chiquitito se estaba formando allí, trabajaba valerosamente, rigurosamente y varias generaciones, de 18, 20 años, hasta 60, 70 estábamos ahí generacionalmente así como ese equipo chiquitito estaba allí, había miles de equipos repartidos en las casas, forma alternativa para asegurar de que no hubiera fraude. Es emocionante, como viaje de estudio, una cosa así. También estábamos haciendo maldad, de alguna manera. Bueno el día siguiente fue de, esa noche y el día siguiente fue de celebración, de alivio. Y por supuesto con, al abrirse esa compuerta, se abrieron también otras maneras de relacionarse con los compañeros de trabajo, con los amigos o con gente que uno tenía menos confianza. Se abre una parte de, se reencuentra uno con algo de ese país que había dejado antes de la dictadura.