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Guillermo Bastias (Guillo)

Bueno, el día del plebiscito. Bueno, tú sabes que yo me dedico al dibujo editorial, que hacen comentarios en la actualidad, no necesariamente políticos, pero tiene que ver con la realidad digamos. Ese día fui a la revista a trabajar. O sea, yo me invente el trabajo en realidad porque iban los fotógrafos, los periodistas, pero les dije mira si quieren un dibujo yo me tengo que meter asi que denme una super credencial que me permita transitar por todos lados y que quiero voyeriar todo, y me dieron esa creencia así que me paseé por distintos lugares. Entremedio fui a votar. Fue bien emocionante el votar porque me tocó una mesa donde habían amigos, entonces era como “ahora si que lo cagamos a este muchacho”. Y el dia me lo pase en el dia viendo las votaciones. La gente era increíble, estaba muy esperanzada. Había una sensación que nunca más se dio de nuevo acá, de hermandad frente a un objetivo común. Entonces, no po, si tu eras anarquista, comunista, derechista-democrático, todos hay que sacar a esta bestia. Bueno, y esa sensación es muy bonita, es muy grata, te hace bien como vibras positivas. Voté, y me fui a recorrer los lugares de votación y se constataba eso. Estaba organizada la oposición por lo menos los partidos contrario a la dictadura para hacer un recuento paralelo. Y tú veías allí muy organizado. Se había movilizado todo el país para crear un grupo, que no es fácil. Además había un gran computador central que los ingenieros allí se dedicaron a montar. Era como la NASA así, no podías entrar, no podías tocar nada. Y allí se contaba ya más electrónicamente todo. Y se protegía mucho porque se pensaba que podían hacer un atentado contra ese lugar para que no tuviéramos esa tecnología. Y seguramente fue asesorada también con algunos voluntarios, así de otros lados. 

Bueno, y después de la votación me fui ahí al edificio Diego Portales a esperar los cómputos ya por parte de la dictadura. Me tocó ver ahí cuando dilataban y dilataban las cosas. Y había gran expectación, conversábamos ahí con los periodistas: «oye, pero está cuestión es rara, capaz que desconozcan algún resultado. Puede venir otro golpe.» Yo le decía: «no, ¿cómo se te ocurre? Sería ya el desprestigio máximo. Tienen a todos encima, para que hagan esto». Y hacíamos bromas: «llega la Unión Soviética o llega Estados Unidos a invadirnos, ¡porque no puede ser!» Entonces, se da el cómputo: fiesta, carnaval. La gente salió a las calles. Y allí yo me confundía entre mi trabajo, inventaba, un ciudadano más que festejaba. Entonces, habían cosas muy bonitas así como lo mismo que te digo yo, hermandades, gente que se abrazaba, salía el champán en la calle, todo. 

Ya sabes que la Plaza Italia es el Centro de triunfos deportivos políticos y la Alameda y ahí cerca, frente a la al Diego Portales, estaba el centro del comando del No. Y ahí entraba ya la élite, y yo quise ir a ver a la élite y un tipo me para en las puertas. Era un tipo que vivió casi toda la dictadura en Nueva York, político. Y qué dice «¿Usted quién es?, ¿qué hace aquí?» Yo digo “Voy allá a ver las cosas” y esto y “no aquí, viene gente con una credencial especial.” Digo, yo sabía su historia. Le digo mira, “aquí nosotros nos arriesgamos mucho más que tú, y no me vengai con huevadas”. Y el tipo insistía, no dejaba ver, y salían unos guardaespaldas ridículos. Entonces era como el lado oscuro y ya se empezaba a ver de los dueños del triunfo, ¿cachai? Y por suerte se cruzó como el número dos del comando en el pasillo que iba no sé a dónde y dice “Guillo” y yo digo “Mariano, estos huevones no me dejan entrar.” Entonces, “pase amigo mío,” dice. Bueno, ahí me agarré con el tipo y le hice y ahí estuve adentro viendo la otra parte. Entonces ahí empezaron a llegar los políticos. O sea, es el momento en que todos se suben al carro. Saltan y se suben, empezaron a llegar los políticos, cada uno tenía una anécdota que lo ligaba al triunfo, yo ahí lo anotaba. Y llegaron muchos artistas también de así top, que, amigos los políticos, los del teatro, así de la historia, no entraron ahí. Pero los famosos, los de la televisión. Y rápidamente me fui ahí porque la verdad que me dio mucha desazón, ver eso, pero era más fuerte el sentido de triunfo que había visto en la ciudadanía, gente común y corriente. Y me fui a la Alameda ahí a celebrar con las personas. Y nunca pensé que esa sensación que había tenido ahí años después iba a ser la sensación real de lo que iba a pasar. 

Para mi ese momento todos esos políticos eran luchadores de trinchera. Unos más que otros, pero les tenía respeto. A mí me tocó después del golpe y mi partido, que era el Mapu, en esa época, por mis habilidades técnicas tenía 20 años y crear una especie de célula que falsificaba documentos, porque pensábamos que iban a ser necesarios si venía un golpe. Y lo aprendimos así, no fuimos a ningún curso a Bulgaria, a Cuba o a donde sea, sino que lo aprendimos. Junte a un grupo de amigos de la escuela de arte, un fotógrafo, una diseñadora y armamos todo el cuento. Y por esa razón, cuando vino el golpe, yo pasé a ser un tipo muy importante para los partidos, para ese partido y para otras personas. Y conocí muchos políticos, que estaban arrancando y necesitaban cruzar Argentinas. Y eso me puso en contacto con el Olimpo, ¿entiende? Con 20 años es bien difícil que uno sea compinche de uno de 40, pero eso me sirvió para establecer una red, así de agradecimiento. No, no pillaron ningún documento. Eso es como el récord y la gente salía por el paso Libertadores hacia argentina y por el aeropuerto. Bueno, con la tecnología de hoy no habría resultado. Pero en esa época se podía. Y bueno, yo veía parte de esos políticos ahí adentro. Yo los conocí con miedo, asustados. Yo era el único contacto en semanas. Yo le contaba hasta el día más o menos, estaban como en mis manos. Bueno, y esos tipos ahí los veo, empoderados y ya ufanándose. Y me chocaba mucho, va, porque yo decía por qué no están celebrando afuera. Esta cuestión debería estar vacía. Ya cumplió su rol de reuniones, pero ahora tenis que estar con la otra gente. Todo esto eran sensaciones, no era certeza, porque yo estaba muy entregado a la causa y todos éramos hermanos y amigos. Pero eran sensaciones, un gustillo malo, bueno. Y tiempo después empiezo a verle la cara al monstruo, esos amigos que yo tenía, que ya eran su secretario, jefes de gabinete, ministros, cargos importantes en el Gobierno, empezaron a corromperse en el sentido mental. Yo todavía no sabía las cosas monetarias, pero el sentido mental, ya que tú los ves que están preocupados de otras cosas y no de servir a la gente, que era el espíritu que nos animaba a todos. 

Yo trabajé en la Franja del No en la parte de humor. Ignacio Agüero, no sé si lo entrevistaste. Bueno, yo hacía ideas y se la entregaba a él. Hicimos una animación de un pollito que rompía un huevito y salía y cantaba. En vez el pío pío decía vamos a decir que no y tuvo mucho éxito y era abastecedor de gags para los actores. Bueno, hicimos uno de tenis, así que salía un tipo caracterizando a Pinochet y él salía como los tenistas, tu ubicai como se visten po, coloridos o de blanco, este era todo negro, así, con anteojos negros, con botas en vez de zapatillas, una bota grotesca que rompían la cancha de arcilla y al otro lado estaba un gallo en la [inaudible] Chilena. Entonces el tipo sacaba y el lineman decía, “No”. Y volvía a sacar, no, y hacía trampa y sacaba como cinco veces. No, no variaba. Ese fue uno de los gags, que cree. Nunca lo ví, no sé qué pasó con eso. Pero cuando lo revisaban en lo creativo, les gustaba mucho. 

Bueno, esto es toda la historia de los documentos y de la franja, es para decirte que a esos personajes yo los vi en todas las situaciones, empequeñecidos, engrandecidos y traicionando muchos de ellos, no todos, pero muchos de ellos, el espíritu que animaba todo esto. Y bueno, ese fue mi día. 

Después volví a la casa y era una mezcla, así como de alegría, esperanza, pero con ese gustillo amargo que había visto, pero que no había interpretado todavía. Hice un dibujo que fue más dibujo-foto. Que hice dos dibujos, me acuerdo de uno que dibujé una idea que tuvo el gato Gamboa. ¿Ubicas el gato Gamboa?, que dirigía el Clarín y Puro Chile y el Fortín Mapocho, puso, “corrió solo y salió segundo”. Fue muy bueno y titulares al otro día. Y yo lo dibujé porque dije esto le falta a la fuerza de la imagen. Lo dibujé, la situación a Pinochet, ahí en el segundo lugar, en un podio que está vacío. Pero también dibujé así el festejo en la calle que había visto en la Alameda. Esos dibujos que son como la Capilla Sixtina donde hace tanto personaje, así como Dónde está Wally? Y cuando a la mitad te arrepientes de tener esa idea porque es mucho. En esa época no estaba el copiar y pegar para rellenar lugares, yo haciendo ya. Pero valió la pena. Y la siguiente fue la revista. Es como si Chile hubiese ganado el campeonato mundial de fútbol; cerveza, conversar y rememorar cosas. Y esa generación era muy brillante de periodistas. Gente muy valiosa y que han mantenido el espíritu te fijas, se puede.