Nosotros somos gente de publicidad. Entonces nosotros sabíamos trabajar eso. Todos los que hicimos la franja éramos gente de publicidad. Bueno, los importantes digamos. Todos habíamos hecho publicidad. Entonces, eso es punto uno. El otro elemento es que, de qué manera se configuró el equipo de la franja. Era pura gente conocida entre nosotros. La publicidad audiovisual en Chile estaba, hasta ese momento, casi muy en manos de argentinos que venían de Buenos Aires. Pero nosotros éramos la facción Chilena. Y con respecto a la franja misma, bueno, yo era uno de los tantos Chilenos que hacía publicidad. Venían a mi oficina. Tenía una oficina junto con otro señor y teníamos un estudio grande, teníamos infraestructura. Y me acuerdo que nos convocaron, bueno, nos llamaron a teléfono, a un centro que usábamos mucho para postproducción de sonido que se llamaba Filmocentro. Y había un auditorio y qué sé yo. Y allí Jaime de Aguirre, bueno, estaban los políticos, qué sé yo, estaba Ricardo Lagos, estaban todos los señores importantes. Y era la presentación de la campaña. Entonces, Jaime de Aguirre proyectó el comercial, pero hecho con trozo de comerciales, era el jingle, era la música. Pero hecho con trozos por – Pancho Vargas lo hizo – trozos comerciales. O sea un poco para manejar los contenidos, pero para mostrar más o menos como funcionaba. Y esa fue la pieza central. Bueno, ahí a todos les encantó, y nada, después nos dijeron: bueno, tenemos que trabajar. Y llegó una productora – que yo la conocía -, a mi oficina. Me dijo: “Ya empecemos a hacer material para la franja.” Y bueno a mí se me ocurrían hacer cosas divertidas. Yo era muy amigo de Gregory [Cohen] y de la Luz Croxatto, una actriz, y empezamos improvisando unos chistes cortos con la Luz y Gregory.
Bueno, y eso tuvo éxito y allí seguimos haciendo más o menos lo mismo pero con más infraestructura. Empezó a aparecer Marco Antonio de la Parra, empezaron a aparecer gente a ayudar. Entonces hacíamos reuniones en mi oficina y se le ocurrían ideas, qué sé yo. Algunas eran buenas, algunas otras no tan buenas. Y bueno, filmamos lo que estimamos, que, y lo producíamos super rápido. Yo tengo la impresión de que esto no tenía como una estrategia, o sea nosotros conocíamos una estrategia general, pero no había alguien que venía y nos decía, «oye, hay que preocuparse de hacer un chiste sobre esto, sobre esto otro». Yo no recuerdo que me hayan dicho nada. Improvisábamos dentro de un esquema estratégico. Y yo no recuerdo haber tenido miedo jamás: pero para nada. No. trabajábamos como si fuera una campaña de jabón. Así, con esa soltura. Y la gente llegaba a la oficina y ya se sabía. Y los que querían contribuir llegaban. Bueno, el Gregory me ayudó harto y a mi me gustaba mucho el humor de Gregory. Y era básicamente mostrar el humor, a través del humor que votar por el No, estaba, era cool, ¿cachai? Eso era básicamente. “No hombre, si podís votar.” “Con un lápiz podís derrotar la dictadura,” ese tipo de cosa. Bueno eso era el leitmotif de toda la campaña. Y con la música por supuesto. Y bueno, se hicieron muchas cosas. Pablo Perelman hizo la famosa, el pequeño comercial del tecito, de una viejita que llega a un almacén y dice “¿Me da una bolsita de té por favor?” Era emotivo, qué sé yo, pucha, vivimos en la mierda. ¿Te fijas? Todo era bastante evidente y sobre todo tú ves la franja y la franja transpira confianza, ponomía, empatía, una serie de cosas que son los opuestos de, tú te das cuenta, con la crueldad, agresividad, paranoia que eran las características de la dictadura. Y los publicistas que hicieron la franja de la dictadura – unos Argentinos – esos si que pisaron los palitos, esos se equivocaron porque hicieron una campaña anti-comunista. No importaba nada, era realmente estúpido, vienen los Rusos, todo ese tipo de tontera de la Guerra Fría. Y en la Guerra Fría se había ido a la mierda, más o menos también. Entonces, era una pésima franja. Y después rápidamente se dieron cuenta que no le funcionaba y trataron de imitarnos y fue mas ridiculo todavia. Y eso nos dio incentivo y pudimos trabajar…trabajmos con harta confianza. Yo nunca sentí, en ninguno de mis amigos, que tuviera miedo. Miedo que nos ¿qué? ¿Miedo a que nos raptaran? Ya a esa altura, no le teníamos miedo a la dictadura. Bueno, eso fue la historia de la franja.
Me pasó una sola anécdota divertida que salió en El Mercurio. Era un chiste que hice con el Gregory, en cual el Gregory miraba a la cámara y sacaba la lengua y en la lengua tenía una estampilla del No y había un rugido de león. Era rawr, como que somos poderosos, pero con la lengua afuera. Entonces, me recuerdo que estábamos filmando y que teníamos una caja llena de artículos, estampillas, chicle, todo tipo de cosas, chapas, todos usábamos, los traían, no sé. Y yo tenía un asistente de dirección, una chica, la Claudia Céspedes, que yo la conocía bastante, y era comunista. Yo no tenía ningún problema con los comunistas, entre paréntesis, yo había militado en el partido comunista incluso antes. Entonces, poing, teníamos un problema porque la estampilla con la saliva se transparentaba, no funcionaba muy bien la filmación. Entonces, nos demoramos bastante en hacer varias tomas hasta que fue más, y llegó un momento en que yo pido una estampilla. Entonces, dicen, “cresta, no hay”. “Pero como no va a haber una estampilla?” le digo yo. “No, no hay.” Entonces, Claudia llega y tenía un banano y saca una estampilla y dice, “Aquí yo tengo”. “Ok, pásamela.” Poing. Hicimos la toma y esa era la buena. Entonces, en la noche yo siempre llevaba el material a Filmocentro. No. No a Filmocentro, a Visual donde estaba el Nacho Agüero, mi amigo, editando. Entonces, nada, hacían la franja. Y le llevo la cinta, la bajan a pulgadas y la ponen, “Es divertido, jajaja.” Entonces, siempre había un tipo que era un político que estaba vigilando la franja para que no hubieran – ese tema medios estalinista que teníamos – tenían susto en realidad por que, quienes éramos nosotros ¿te fijas? Un lote de chicos de buena voluntad, ningún era militante. No éramos políticos para nada, y más encima trabajamos en publicidad para la derecha, o sea para la agencia, para los monopolios, para las grandes empresas, que se yo. Entonces, yo no sée tomaron esa decisión y entonces había un señor Silva que era el encargado de la Democracia Cristiana de Las Condes, creo, que le había tocado esa noche estar allí. Entonces, pasa la franja, la mira, y de repente dice “¡Espera, espera, espera!” “Qué pasa?” “A ver, pásame, pásame la cosa del Gregory. ¡Pero tiene la estampilla del partido comunista!” “Qué estampilla del partido comunista?” le digo yo, “si es una estampilla que dice NO.” “Ah no”, me dijo, “la del partido comunista tiene unas rayitas.” “¿Estais loco?” le digo yo. No tenía idea. Entonces, el Nacho dijo, “Ah, no jodas, huevón”. Y bueno, seguimos, y después llevaron la cinta, lo pasaron por la franja, y por supuesto en El Mercurio salió de este porte una foto “El partido comunista apoya al NO”. Asi era de delicada la cuestión política y nosotros así éramos de inocentes también. Dice, la Claudia, no creo que lo haya hecho con intención tampoco. No se le ocurrió, no más, a nadie, a mi no se me ocurrió tampoco. Y no sabía que los comunistas tenían una estampilla especial…
Yo te insisto en esto: Tienes que darte cuenta que nosotros éramos todos publicistas. Entonces, no era raro lo que estábamos haciendo. Si hubiéramos hecho otras cosas, hubiéramos hecho esto, habríamos estado mucho más sorprendidos. Pero estaba dentro de las lógicas. ¡Ah! A mi me castigaron, la agencia de publicidad, entre paréntesis. Me quitaron dos comerciales que los tenían pagados. Porque yo filmaba eso pero también teníamos que filmar un trozo del comercial largo. Entonces, a mí me pidieron que un obrero hiciera unos ciertos gestos como que estamos trabajando en una construcción. Entonces, me acuerdo que llegamos a la filmación: “¿ Y el modelo?” “Pucha no sé, parece que…” “¡¿Como que…?!” Armé un escándalo porque cómo va a llegar a una filmación y no hay modelo. Entonces, dije, “Ya ok, maquíllenme, yo lo hago.” Y me maquillé, me puse una camisa de obrero, un casco, bla, bla, bla. Y yo aparecí en cámara. Entonces, yo no podía decir que no había trabajado en la franja. Por lo más, todo el mundo sabía quienes habíamos trabajado. Y a mí me castigaron.
Bueno, es complicado, el día del plebiscito porque hay ciertas cosas que las sé, y no estoy seguro que las viví. Pero como que forman parte de mi experiencia del plebiscito. Supongo que a todo el mundo le pasa lo mismo. Yo lo que recuerdo es que estuvimos en el espacio donde se centralizaba la franja, allí en Pocuro, que era una oficina de un amigo mío de Juan Forch. Y estaba todo el mundo allí. Y había como en cóctel, no se, habia algo. Yo me recuerdo haber ido a votar. Y después de haber ido a esta reunión y recuerdo ciertos concedimientos que se comentaban. Uno: que todo el mundo debe haberte dicho, fue al raro porque en Chile estamos acostumbrados a las elecciones son, los resultados son muy rápidos. Es un sistema muy especial porque a pesar de que es manual, es muy eficiente. Y nunca lo han querido cambiar. Entonces, las elecciones del plebiscito fueron parecidas y el problema era que habían quemado los archivos con la inscripción para votar. Entonces, fue muy complicado incentivar la inscripción. Hay gente que inmediatamente entendió la importancia de la elección. De buena manera, confió en ella y se inscribió. Hay otros amigos que, particularmente los más cercanos al Partido Comunista, era muy escéptico y se inscribieron muy al final. Aparentemente la política del PC era, no le crea al Pinochet. Ahora, el dia de la elección fue raro porque el señor del ministerio del interior que leía los cómputos empezó, leyendo los cómputos, que sé yo, “Si, No” bla, bla, bla, que se yo, pero llegó a un porcentaje no muy alto, no me acuerdo cuanto pero debe haber sido alrededor de 30% de los votos. Y normalmente si te dan eso, muy rápido te dan 60, después muy rápido te dan 90. O sea en 40 minutos ya está todo, pero aquí paró y paró por un muy largo rato. Yo recuerdo de haberlo visto en televisión. Cuando llegó el comandante en jefe de la fuerza aérea, Matthei. Y Matthei, en vez de entrar por los subterráneos- porque a la Moneda tú puedes entrar en la entrada subterránea- entonces, en vez de entrar por el subterráneo, se paró frente de la Moneda en Alameda. O sea, en un lugar super visible y caminó hacia la entrada de la Moneda y los periodistas inmediatamente se acercaron y dijeron “¿Qué opinas?” “¿Ganó el No?”, qué sé yo, “No, por supuesto que gano el NO y tenemos que respetar las elecciones y bueno, así es la cosa si participamos en este plebiscito, tenemos que respetarnos.”
Yo tengo la impresión de que siempre estaba la duda. ¿Que mierda van a hacer? ¿Ganamos o no ganamos? Y si ganamos, ¿qué? Bueno, de repente se resolvió el problema y aparece el subsecretario de nuevo y da los resultados. Y allí, ¿Qué es lo que hacemos, y qué es lo que va a pasar? O sea, esa noche nos fuimos a dormir con esa pregunta en la cabeza. Y el día siguiente fue muy especial. El día siguiente fue como, “¡Wow¡ somos libres”. Y la gente empezó a caminar, y salir, se abrazaban. Abrazaban a los policías. Era como una sensación de emocionalmente, era como un dique, se rompe, y la emoción de no estar bajo de la dictadura, etcétera. Bueno, Pinochet fue muy rápido en decirle: “No, momentito, todavía mando.” Bla, bla, bla. Bueno, esa historia ya es otra cosa. Y allí se inicia el proceso de la Concertación y de todo el, toda la, como decirte, la psicología del nuevo, la transacción que permitió que pasáramos de esa dictadura a lo que pasamos.