Bueno, mira, yo para el plebiscito de 1988 vivía en Pichilemu, estaba cursando mi primer año de universidad, pero todavía tenía mi domicilio en Pichilemu. Eso en la sexta región, la región de O’Higgins y durante los años, los últimos años de enseñanza media, que yo lo estudié en el liceo de esa localidad, nosotros habíamos tenido una participación muy activa en organizaciones político culturales que se iniciaron con la venida del Papa. Entonces, a lo largo de Chile se desplegó un trabajo al alero de la Iglesia Católica, que nos permitió a muchos jóvenes que estabamos en enseñanza media tener contacto no solo con el personaje y liderazgos vinculados a la Iglesia Católica, sino también con muchos personajes políticos de renombre nacional. Yo recuerdo que con motivo de la organización de la visita, de el Papa se organizó en provincia una actividad de construcción de comunidad, de formación de redes comunitarias en contextos de dictadura. Luego de muchos años de represión y esta actividad se llamaba El Cristo Peregrino, que era un trabajo de construcción de redes sociales comunitarias, donde el jefe de hogar o la jefa de hogar tenía en su casa una imagen de Cristo y se iba pasando de casa en casa y se iba haciendo una actividad de reflexión ahí que terminó construyendo, creo yo, los primeros lazos, las primeras redes después del golpe de Estado. Creo que al calor de esa actividad se organizaron también redes de colaboración que terminaron en la organización de la oposición a la dictadura con motivo del plebiscito del año 88. Yo visualizo una relación de continuidad entre la organización de la venida del Papa y la construcción, digamos, de organizaciones para el plebiscito de 1988.
Yo estaba en Pichilemu. Efectivamente, fue la primera elección en la que me tocó participar. Recién había cumplido la edad legal para votar y me nombraron apoderado de mesa. Me acuerdo todavía en la mesa 14 hombres del colegio público de Pichilemu era el único local de votación y en esa mesa votaba a Francisco Javier Errázuriz, que se preveía que iba a ir como candidato a la elección presidencial del año siguiente. Por lo tanto, había mucha cobertura de medios y yo era un joven de 18 años recién cumplidos y estaba muy nervioso porque iba a tener una cobertura de medios que no quería y tenía mucho temor también a equivocarme, a meter las patas como se dice. Y igual y recuerdo también que la gente participaba en esa elección del año 88 en el campo, con mucho temor. Habían tesis muy exóticas de que por alguna razón alguien iba a saber cómo votabas tu. Entonces había mucho temor, había mucho miedo e incluso recuerdo haber escuchado que alguna persona del campo preguntó si era posible que desde algún lugar del espacio exterior fuera identificado el voto en la cámara secreta. Entonces esto llegaba a niveles de imaginación muy alto, fundamentalmente porque se trataba de un electorado con poca información, rural y con mucho temor. Luego de 17 años de dictadura.
Si recuerdo que nos levantamos muy temprano a las 6 de la mañana o cinco y media de la mañana, fuimos a organizar a los apoderados al proceso electoral. Llegamos muy temprano al local de votación y todo transcurrió relativamente normal. Yo me retiré a la casa alrededor de las nueve de la noche y ahí nos pegamos a la televisión con mucha incertidumbre de si efectivamente un eventual triunfo del No iba a ser reconocido legitimado por el, por la Junta. Yo creo que es un temor compartido que gran parte del país sentía que si ganaba el No se podía generar un escenario de no reconocimiento por parte de Pinochet al resultado adverso en el plebiscito. Y por lo tanto, creo que esa noche la mayor parte del país vivió un sentimiento común, que es estar en un trance, en una coyuntura histórica de gran dramatismo. De saber que estaba a un paso de hacer historia, y de recuperar la democracia. Pero también un paso al precipicio en el cual podía haber una suerte de acto auto afirmativo de la dictadura para permanecer en el poder en contra de la voluntad del pueblo. Entonces yo creo que todos los que participamos alli, y sobre todo los que éramos más jóvenes, que habíamos participado por primera vez en un proceso electoral, sentíamos que estábamos expuestos, teníamos un poco de miedo y por lo tanto, todo lo que pasó esa noche, con la declaración del general Matthei fue una cosa muy importante, digamos, para empezar a creer que este camino de recuperación de la democracia en Chile era posible.
También creo que los actores más tradicionales de la derecha, que se apuraron al declarar que había que acatar el resultado del plebiscito, fueron construyendo alrededor de la medianoche, porque los resultados se demoraron mucho en salir, una situación emocional un poco más de confianza. ¿Qué puedo decir del proceso personal de trabajo para el plebiscito del año 88? Lo que puedo decir es que efectivamente, a pesar del temor y a pesar de la amenaza que significa exponerse como actor de oposición en un contexto de dictadura, las relaciones comunitarias en pequeños pueblos como Pichilemu tenían otro, otras mediaciones. Tenía otro sentido porque efectivamente había polarización. Se podía reconocer en un pequeño pueblo quiénes eran partidarios del sí y quiénes eran partidarios del no. Pero también es cierto que la experiencia de la vida en provincia de alguna manera atenuaba la división ideológica. Yo recuerdo incluso en los momentos más duros de la represión de la dictadura, cuando llegaban los militares del Regimiento Colchagua en los años 70 Pichilemu, llegaban unos camiones, se ponían en la avenida principal, en la avenida Ortúzar, que va a dar a la playa principal del Pichilemu. Y ellos tocaban unas bocinas y empezaban a a llenar lugares donde se suponía que habían comunistae o socialistas refugiadados. Pero los carabineros, los pacos en Chile, que estaban mucho más inserto en la comunidad. Cuando sabía que iban camino a Pichilemu el regimiento Colchagua, habitualmente le avisaban a sus amigos socialistas o comunistas, con los cuales hacian una vida en común en cantina o tomándose un buen trago, un vaso de vino o jugando dominó. En los pequeños pueblos hay mucha interacción estrecha e independiente a tu posicionamiento político. Y corrían los carabineros, recuerdo su imagen avisándole en la casa donde había socialista que arrancaran porque venían los carabineros, llegan en dos o tres horas más. Eso me parece que es bastante particular. En pueblos chicos como Pichilemu, donde el conflicto nacional está distorsionado por relaciones que son cara a cara y que son relaciones afectivas e incluso de carácter familiar muy estrecha. Entonces la política nacional no se traslada a nivel comunitario de manera mecánica. Hay ciertas distorsiones. En hora buena diríamos, ¿no? Que permiten darle un sentido distinto al conflicto político al nivel local. Recuerdo recuerdo dos o tres oportunidades, las cuales operó eso, y también recuerdo que la organización del plebiscito se hacían concentraciones y que, salvo un par de veces que llegaron Fuerzas Especiales de San Fernando y hubo represión, tenía un cierto carácter lúdico estar en uno o otro lado, que me parece que no es el clima que se dio en el resto del país. Porque yo el año siguiente me fui a la universidad, entré a estudiar Historia, Valparaíso en la Católica, Valparaíso y ninguno de los enfrentamientos en ese año entre el plebiscito y la elección presidencial tenían el carácter lúdico que tenían en Pichilemu. Entonces estará a uno o otro lado, podía hacer la diferencia entre tener un balazo o tener un balín de goma en la pierna o no tenerlo. En Pichilemu no estaba en juego eso. Estaba en juego quizá un par de malas palabras que te daban y quizá un par de golpes en la cara. Pero no era más que eso. La relación comunitaria, digo, resignifica un poco el conflicto que existe a nivel nacional.
Tengo que decir también que en mi experiencia formativa política, el haber vivido toda la etapa previa al plebiscito significó la posibilidad de conocer probablemente a los principales líderes de la oposición a Pinochet. Porque en Pichilemu, existe la casa de un insigne Pichiulenino, que es Lucho Alvarado. Luis Alvarado, que fue ministro de Bienes Nacionales durante el gobierno de Patricio Aylwin, y su hija, y su familia, visitan hasta el día de hoy Pichilemu como su segundo hogar. Y en la casa de Luis Alvarado se reunían personajes tan diversos, pero también muy relevantes como Adolfo Zaldívar, Luis Maira, Jorge Arrate. Recuerdo una buena cantidad de democratas, democratacristiano Gabriel Valdés, recuerdo en algún momento, haberlos visto en Pichilemu, en algún local nocturno, algún algún restaurant y habitualmente invitaban a gente del lugar. Incluso se hicieron algunas actividades que reclutan jóvenes a nivel regional en escuelas de formación política. Yo me siento en ese punto un testigo bastante privilegiado del proceso organización de la oposición, porque viviendo en un pequeño pueblo tuve la suerte de estar en un lugar que en ciertos momentos, previos al año 88 fue un centro de reunión de una parte de la élite, de lo que en algún momento fue la Alianza Democrática. Posteriormente fue la Concertación de Partidos Políticos.