El 5 de octubre, el día del plebiscito. En, yo esa época vivía en Buenos Aires, había salido de Chile en febrero, el año 74. Me fui al exilio a Perú, donde viví 6, 7 meses y despues por circunstancias de la política chileno peruana debimos todo aquello que vivíamos en Lima, exiliado, abandonar Perú. Entonces me fui a vivir a Argentina, en donde trabajando en la industria editorial, estuve 20 años. Para la fecha del plebiscito, los días previos había ido a la Feria del Libro de Frankfurt yo creo que era la Feria del Libro de Frankfurt. Y luego me fui a Barcelona porque me invitaron a una reunión con un equipo, de un grupo editorial que quería abrir oficinas en Buenos Aires y habían recomendado hablar conmigo a ver si me contrataban y me fui. Y estando ahí me di cuenta de que mi plan original, que era volver de Barcelona a Buenos Aires y al día siguiente viajar a Santiago de Chile para llegar el día 5 e ir a votar, me encontré con que no había pasaje, no había posibilidad de reserva y empecé a recorrer agencias de viaje y me ayudaron desde la oficina de Ediciones B, que era la empresa editora a conseguir un pasaje. Y de repente me anunciaron que la única alternativa para llegar a Santiago el día 5 de octubre a una hora conveniente, las votaciones se cierran ocho horas después de abierta las mesas de votación y esto correspondía a las cuatro de la tarde.
Así que tuve que aceptar esa única opción. Y esa única opción era agotadora porque tenía que hacer Barcelona, Madrid, Madrid, Miami, Miami, Guayaquil, Guayaquil, Santiago. El inconveniente era que no tenía, no tenía visa para entrar a Estados Unidos, que se exigía aunque fuera en tránsito. Yo había estado en Estados Unidos antes, tenía visa, pero no se me ocurrió llevar el pasaporte antiguo donde estaba estampada la visa porque no estaba considerado que iba a ir. Así que me subí a un avión de Iberia donde por casualidad no me exigieron presentar el pasaporte con la visa. En el aeropuerto me embarcaron y cuando llegué a Miami, anunciaron, parece que yo no era el único que iba sin visa. Entonces me mandaron a un cuartito chico donde entró un señor. Me dijo que era funcionario de migraciones. Y que tenía que hacerme una serie de preguntas y que me ofrecía un intérprete si quería sentirme más seguro. Cosa que acepté y le agradecí porque no quería cometer ningún error. Entonces vino el intérprete y muy amable, me tradujo y tradujo todo lo que yo dije y me dijeron, “bueno, de acuerdo, esto va a significar algún tipo de multa para la línea aérea” y que yo tendría que quedar recluido en una sala especial para este tipo de infracción. Sale que era muy agradable, muy cómoda con lugares donde sentarse, sillónes que hasta se podía dormir donde había todo tipo de sandwich y de bebida y cosas así, menos alcohol. Había aparato de televisión que mostraban noticias en donde vi en más de una oportunidad noticias de lo que estaba por suceder en Chile. Entrevistas entre otros, a Ricardo Lagos, uno de los líderes de la oposición chilena. Y bueno, como habitantes de un país subdesarrollado como el nuestro, me dieron ganas de ir al Duty Free y comprar algo. Entonces pedí permiso y me dijeron que estaba absolutamente prohibido y se me ocurrió decirle que yo tenía un problema, que yo tenía úlcera, necesitaba tomar leche y otra cosa que en ese momento no había. Entonces me colocaron un guardia y me llevaron hasta un local donde podía tomarme un vaso de leche, pero al guardia le pedí permiso para entrar y me dijo qué bueno. Y naturalmente hice mis compras, que deben haber sido cualquier tontera innecesaria, pero para llevar de regalo a mi ex mujer y a los niños, no? Así que fueron muy amables. Fue muy amable. Nunca sentí ni temor, ni incomodidad, ni encierro, nada. La verdad es que nada, nada. Un trato espectacular, muy diferente al que estaba acostumbrado en situaciones similares en América Latina.
Y cuando llegó el momento del embarque, que debe haber sido como a las 11, 12 de la noche, me acompañó un guardia policía. Una cosa así. Él llevaba mi pasaporte. Nos acercamos a la puerta del avión, donde ya había una fila de pasajeros por embarcar y el guardia dio alguna instrucción. No entró nadie al avión hasta que no se subiera ahí conmigo y le entregó mi pasaporte a la jefa de cabina y le dijo «Este pasaporte usted lo tiene que retener hasta que el avión haya cerrado la puerta y esté a punto de despegar.» La azafata con una cara de interrogación tremenda, pero en fin, obedeció e hizo caso y se fue el policía. Me senté y se me acercó y me preguntó que había hecho yo, qué tipo de crimen había cometido de maldad o de ilegalidad. Bueno, le conté de manera muy resumida lo que había pasado y ya está. Y luego empezó a subir la gente y todo el mundo me miraba como si yo fuera un deportado o un criminal o no sé qué cosa, pero tampoco me preocupó mucho. Y despegó el vuelo. Me entregaron mi pasaporte. Aterrizamos a la X de la mañana en Guayaquil con un calor, una humedad horrorosa, y después continuó el vuelo y llegamos a Santiago alrededor de las 9, 10 de la mañana. Hice los trámites de migraciones, saqué mi maleta y corrí a tomar un taxi para llegar a la casa de mi madre, donde dejé la maleta y me fui caminando al lugar de votación, que me quedaba como a siete o ocho cuadras y logré llegar allí alrededor de las doce del día.
Voté muy contento por haberlo logrado, porque siempre pensé cualquier atraso en el vuelo, todo este esfuerzo no va valer nada. Y bueno, y me fui a dormir, y me fui a dormir y debo haber dormido prácticamente todo el día. Me puse, me enteré naturalmente 8, 9 de la noche el resultado. Vi algo de televisión, la escena aquella donde el general Matthei, comandante jefe de la Fuerza Aérea, llega al Palacio de La Moneda y antes de entrar y de que se comunicara oficialmente, reconoce el triunfo del NO y esto genera. No se, hay una expectativa tremenda y la gran duda si al final Pinochet y el resto de la Junta Militar y reconocerían. Y parece que no tuvieron más alternativa porque la diferencia habría sido lo suficientemente holgada como para que lo tuvieran que hacer. Así que bueno, me quedé dormido hasta el día siguiente con un entusiasmo loco, pensando que este señor Pinochet se iría en 15 minutos más y que volveríamos a ser un país serio, decente, libre y democrático. Pero no, no era así. En el cronograma electoral contemplaba que un año después había elecciones presidenciales y tendríamos que armar nuevamente una coalición electoral que permitiera ganar el gobierno.
Al día siguiente, muy temprano en la mañana, por la diferencia horaria que tenemos con Argentina en ciertos períodos del año, me llamaron de la radio de Bernardo Neustadt, el comentarista del segmento político más escuchado de la Argentina, a quien yo había conocido en dos oportunidades porque había llevado su programa en Buenos Aires a Ricardo Lagos.
Entonces tenía mis señas, tenía mi teléfono y me ubicó y me pidió mi opinión con respecto al resultado electoral. Y naturalmente yo estaba eufórico de que Pinochet se tenía que ir ya o para su casa, o para la cárcel ya veríamos dónde. Pero que este gobierno simplemente ya había terminado. Había sido derrotado y había sido derrotado con un lápiz, no con armas, ni con violencia, ni con nada. Con nada muy brutal, simplemente con un lápiz en un plebiscito que era difícil. Era muy difícil. Nosotros no pudimos hacer mucha campaña publicitaria. Teníamos restricciones. Tenía el temor, que es principal arma que ocupa los militares en estos casos, no? Y aún así la diferencia fue sustancial. Esa fue mi jornada del plebiscito. La recuerdo porque fue agotador y porque fue curioso que me sorprendiera en Europa, donde no estoy habitualmente, y mi programa era simplemente haber venido de Buenos Aires. Eso se alteró y terminó felizmente muy bien.