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Sergio Toledo

Para mí el tema del proceso, el proceso de esta pseudo de vuelta a la democracia, fue bastante interesante como persona, formadora también como persona y porque me pilló en mis veinte años, o sea, yo teniendo ahí 20, 21 años, viví prácticamente toda mi vida dentro de una dictadura. O sea, yo tenía seis años en el año 1973 y por ende viví toda mi vida dentro del marco, regulado por un régimen militar. Además, dentro de una familia que tenía formación militar porque mi padre era funcionario de la Fuerza Aérea, trabajaba específicamente en la imprenta de la Fuerza Aéreay podrás imaginar todo lo que significa, digamos, vivir bajo un Estado que está regido por los militares y en su casa, además tienes un padre, que es militar. Entonces una vida dentro de ese marco, en el fondo. Y luego a medida, a medida que voy incorporando en mi época juvenil a otros estudios, otras escuelas, que se yo, voy conociendo, otras verdades que no tenía antes de los 15 años o de los 14 años y despierto a un mundo que, que te empieza a dar vueltas en la cabeza

Y quizás también eso, aparejado, con los ímpetus naturales del ser humano. Esto del sentido de la libertad, y qué sé yo. Se hizo, digamos, de una manera un poco más poderoso en mi este deseo de conseguir libertades. En términos personales, pero también en lo político, y me pilló absolutamente vulnerable, podríamos decirlo. O sea en mis 13, 14 años empiezo a conocer cosas. Luego a los 15 ya se me desarrolla, empiezan a aparecer en la guitarra, empiezan a aparecer en las canciones, la música, Inti-Illimani, Quilapayún todo, todo, todo lo que te puedas imaginar y absorbiendo absolutamente todo eso. Entonces de pronto me incorporo a la enseñanza media y empiezo a conocer la historia desde otras perspectivas y desde otras miradas. Y empiezo a conocer aquella historia más profunda, llegar a mis manos libros que no tenías. Y esto justamente llevado de la mano de profesores de historia o profesores de filosofía, profesores de lenguaje que te van abriendo un mundo. Ellos también te abren un poco ese mundo de lo político, de conocer un poco las tendencias políticas y las necesidades políticas también. Y los procesos participativos. Yo estoy en un colegio en donde, por ejemplo, el proceso participativo eran permanentes, o sea, no estables. No, no nos meten en una especie laboratorio y nos dicen a ver, vamos a trabajar en base a proyectos, así como me fui formando y de pronto enriqueciendo culturalmente, porque antes de eso había una pobreza cultural. Entonces todos estos procesos de búsqueda de la democracia, van apareciendo con mucha fuerza a partir de los 15 años, 16 años.

Aparece situaciones en Chile, por ejemplo, como muerte de sacerdotes. Bueno, los perseguidos, los torturados, los detenidos, desaparecidos, que hubo un período en donde no se habló mucho, pero de pronto empezó a aflorar nuevamente la información y la gente empezó a abrir mucho más esa información y democratizarla un poco más.

Finalmente se hace el plebiscito. Tuvo una efervescencia en términos de inclusive de efervescencia en lo mediático, porque ver una franja, una franja política que mostrara la alternativa, durante 16 años nunca la vimos. Y ahí tú empezaste a mirar que sí era posible, porque había una, era una franja de más política que te planteaba, te planteaba un horizonte nuevo, con colores. Mucha gente que de esa época nunca había votado en su vida, no sabía lo que era. Para los, para todo el pueblo chileno incluido a los militares, yo creo que era absolutamente novedoso todo lo que estaba pasando. Era complejo y en mi casa particularmente era un tema bastante, bastante delicado, porque mi padre como militar tenía ciertas responsabilidades y tenía que cumplirlas, porque así es la cosa no más. Y se perdía de vista de casa mucho, porque tenía que estar en guardia, como le llaman allá, día, por medio. Entonces, estaba una noche fuera. Luego llegaba, dormía y el otro día seguía y estaba nuevamente una noche fuera. Y era el caso de casi todos los militares del país que estaban bajo un estado, no de sitio, pero sí de alerta permanente, guardias durante un mes completo y así iban haciendo rotaciones. Por ende, un periodo para nuestra familia bastante duro. En ese sentido, digamos.

Y ahí mi madre, yo creo que tiene que haber sido ella la que fue canalizando todo ese proceso dentro de la familia. Y, bueno yo soy el mayor de tres hermanos, somos tres varones, y yo el más inquieto de todo en términos políticos, los demás mirando desde lejos. Participé mucho de movimientos, movimientos estudiantiles durante el año 85 y 86, y mi relación dentro de la familia era bastante compleja en ese sentido. Entonces. Pero como el hermano mayor, y mirando un poco también lo que pasaba con mis hermanos menores, yo sentía la responsabilidad de tratar de no involucrarlos en nada y mi tema era absolutamente solitario y escondido en el fondo. Pero en la forma familiar, digamos, era un tema que, que a, con esta cantidad de años de diferencia uno puede observar y como que, con un poquito de melancolía, digamos, ver cómo todo eso lo vivieron ellos. Fue muy duro. No sé, quizá el último año, desde el momento en que se establece esta posibilidad de apertura. Todo lo que vivió mi padre fundamentalmente y, bueno, mi madre, evidentemente.

El día del plebiscito fue un día increíble. Se movió el país. Se movió el país. Mi padre acuartelado estaba asignado a una escuela, un colegio que tenían que cuidar y llevaba ya dos noches fuera de la casa. Dos o tres noches, no recuerdo bien. Y bueno, mi madre con el alma en un hilo, como se dice en Chile, no? O sea, con la preocupación permanente, porque no sabía si esto iba a salir bien o no, que mi padre estaba ahí con un arma en la mano. Evidentemente tenía que montar guardia y no sé qué. No sé cuánto. Y con sus tres hijos alli, uno un poco loquillo y los otros dos que eran pequeños todavía. Entonces, era una situación bastante particular. Y el día del plebiscito, bueno, vota mi madre, voto yo. Mi padre entiendo que vota en el lugar donde él estaba trabajando. Pero en mi casa no se habló mucho. No, no se habló mucho, porque yo creo que justamente porque se sabía que había una, que teníamos visiones contrapuestas; con mucho respeto si, pero visiones contrapuestas. Pero no hablamos. Y recuerdo que yo estuve pegado al televisor durante todo el día después de haber ido a votar. Estuve todo el día, todo, todo el día, hasta el último minuto. Cuando ya Cardemil reconoce, digamos, el triunfo del No. Que yo entiendo que mucha gente salió a celebrar en ese minuto, estaba en la calle, qué sé yo. Pero yo no podía porque estaba; en el fondo era el hombre de la casa, ese día. Yo tenía que quedarme en casa poque tenía que ver a mi hermano y apoyar a mi madre. Y mi madre durmiendo, de pronto le digo a mamá ganó el No y su respuesta fue, “qué bueno, hijo! Espero que ahora estemos más tranquilos.” Fue todo. Esa fue su frase y luego volvió a dormir.

Al día siguiente yo salgo muy temprano y estuve todo el día en la Alameda. Caminé la Alameda de punta a cabo. Celebrando con alegría con el pueblo, el pueblo de Chile, que estaba en la calle, que fue a la Alameda que camino, que era un sentimiento de libertad gigantesco. No recuerdo otro momento anterior a ese en donde, efectivamente la calle, la Alameda, la vertebra más importante vial de Santiago era nuestra. Era, era, era, era del pueblo el que votó, el que votó No. Uno se encontraba con Carabineros y se abrazaba con los carabineros y ellos sonreían. Algunos también abrazaban. Fue una experiencia de vida inolvidable. O sea, esa alegría compartida con un pueblo. Se, manifestando su alegría, gente con la cual yo trabajé en la Iglesia, porque yo trabaje mucho con parroquias. Gente de la Iglesia chilena también ahí, participando activamente en la calle con los demás, saludándose, mirando La Moneda desde un lugar donde nosotros comúnmente no podíamos verla, porque La Moneda siempre estaba como sitiada, digamos. Los militares o carabineros no te permitían acercarte. Fue un día hermoso de sol. Mucho sol me acuerdo, mucha agua también. Porque no sé, la gente tiraba agua para todos lados, no se. Era muy hermoso el espectáculo. Y. Se abría una nueva puerta, digamos. No sabemos. Aquí venía otro proceso nuevo. Se sentía en ese minuto que se había derrotado a Pinochet. La portada del Fortín Mapocho, decía, “corrió solo y llegó segundo”. Y ahora comenzó un nuevo proceso. El plebiscito era para decir “comenzamos un nuevo proceso”. Eso.