A ver igual, tengo harto recuerdo nítido con respecto a esos años, porque vivía en una zona rural con muy poca información. Mis papás son de campo, entonces no tenían grandes contactos con ciudades grandes y de hecho la ciudad grande que había ahí cerca era una ciudad que no era capital de Provincia, ni mucho menos, era una ciudad pequeña. Lo rural significa caminos de tierra, significa estudiar, en esa época en una escuela básica con número, que fue lo que institucionalizó la dictadura en esos años, que dejar colegios pequeños, muy amarrado a los centros, pero a la vez con una educación de lo justo y necesaria. Eso significa una educación que no es humanista, y que es muy técnica, anclada en las labores de campo, que es el techo que tú tenías viviendo ahí. Se suponía que todos nosotros no íbamos a salir del campesinado; no íbamos a llegar a las ciudades, sino que nos íbamos a manejar labores agrícolas y para eso teníamos que salir a los 13, 14 años más o menos listos. Entonces para esa época yo tenía más o menos trece, catorce años. Mi papá sobre todo, tenía cierta ligazón a la política porque él estuvo, para el día del golpe trabajaba en un astillero en el puerto -yo nací en Valparaíso por lo mismo- trabajaba en un astillero y él estuvo en un barco ahí. Ahí estuvo un par de días ahí preso. Se salvó por suerte. No, no fue por otra cosa. Pero muchos de sus compañeros no volvieron más.
Y mis papás fueron a votar ese día con mucho miedo. Y eso sí me acuerdo perfectamente porque toda la gente que fue a votar tenía mucho miedo, porque había mucha especulación y mucho mito entre la gente vecina principalmente, y lo que podían votar de que habían votos que se estaban preguntando en los recintos de votación. Oiga, usted tiene que votar por el Sí, tiene que votar por el Sí. Lo estamos viendo, lo estamos viendo. Entonces mis papás no vieron nada de eso, pero sí, los vecinos y toda la gente y todos se conocen ahí, es una de las gracias que tiene vivir en el campo todavía que todos son conocidos, todos son hijos de alguien o estudiaron con este, hay muchos cruces ahí. Había mucho miedo dando vueltas. Entonces me consta y recuerdo perfectamente cuando mi papá vuelve de votar, que él votó por el No. Mi mamá también votó por el No. No fueron juntos a votar porque tampoco era bien visto que se hicieran grupos. Entonces mi papá me acuerdo que fue a media mañana, mi mamá fue a primera hora, se volvió uno y salió el otro. Y después de eso nos dijeron, hay mucho, hay gente muy temerosa y gente que conocíamos que votó por el sí, justamente por ese miedo. Porque habían, había mucha ignorancia también porque pensaban que había alguien mirando los votos. No que habían cámaras, porque en esa época no nos circulaba lo del celular o la cercanía con la cámara, pero sí había mucho dateo, de gente que, sapos, digamos, podía estar diciendo, oye, las personas de aquí hicieron este grupo, se juntaron antes en tal sede, en tal club deportivo.
Cerca de casa también había una sede de Sema Chile, en donde se reclutaba buena parte desde el viejerio de la del campo, eran puras mujeres en el fondo y se hacía una adoctrinamiento en base a esto, también. Era una célula, obviamente, de la dictadura puesta ahí y que no requería tanto esfuerzo tampoco, porque germinaba mucho la ignorancia y el miedo. Entonces ese punto de vista no se podía trabajar mucho tampoco. Sí, había un polo de gente joven. Pequeño, te diría, minoritario, que ellos hicieron campaña. Me acuerdo que le iban pegar afiches del NO o panfletos del NO en las puertas de las viejas de Sema Chile, en las entrada de la Chacarita o de las casas donde vivían, que eran casas viejas de adobe, material muy pesado y le iban a pegar los papelógrafos del No como un gesto provocativo, pero era lo máximo que se podía hacer en esa época. Había muchos carabineros en las calles y militares. Entonces eso también tenía la doble función de resguardar por un lado el proceso, pero por otro de infundir un miedo y una distancia; “ojo, que estamos nosotros aquí, digamos, no vayan a salir con una lesera”. Nosotros al ser más chicos, también teníamos una visión muy fragmentada de esto, porque mis papás nunca quisieron que nos metiéramos en temas políticos sin tener toda la información. No nos contaban todas las cosas.
Yo vine a saber, por ejemplo, que mi papá estuvo en La Esmeralda, preso, estando grande, estando viejo ya. Entonces, desde ese punto de vista, la labor que ellos hicieron de resguardar un poco la opinión política hasta que tuviésemos los instrumentos adecuados para juzgar o emitir opinión, creo que fue la adecuada. No nos politizaron antes de tiempo, en el fondo, porque crecieron en una época lo suficientemente compleja como para entender nosotros e irnos comunicando. No teníamos una televisión adecuada, entonces desde ese punto de vista estaba todo filtrado, muy filtrado, por lo que tenía la televisión oficial que era el canal 7. Mi papá lo recuerdo perfectamente informándose en radio, en la radio Cooperativa, que era la radio que en esa época te podía dar cierta certeza con respecto a las informaciones. Fuera de eso, todo lo demás estaba casado con la oficialidad. Entonces tengo el recuerdo de Sergio Campos, por ejemplo, dando los informes. Dando a entender a media tarde que podía existir la posibilidad de un triunfo del No. Y, te diría que en esas horas de la tarde era un proceso mucho más lento del que sería ahora, ahora mucho más automático. No dejó de ser una ilusión, porque poco después de eso vino un informe oficial del Ministerio del Interior que daba cuenta de que iba ganando el Sí, y para todos nosotros era muy difícil entender que se podía efectivamente ganar y que si se ganaba, que por parte de la Junta iba a haber un reconocimiento. Eran dos cuestiones que tenían que pasar, no una sola. Dos, porque, un reconocimiento y después definitivamente que la gente de la Junta diera un brazo a torcer en vivo y en directo, para todo Chile, alguno de los miembros.
Así que la función de la radio me parece que fue sustancial. En mi casa se escuchaba más radio que ver noticias de la tele. Las noticias reales eran las de la radio por lo que pasó después. Chuta, es muy debatible si vivimos una transición adecuada o no. Yo creo que eso se puede conversar en el tiempo y todavía lo podemos seguir conversando durante dos o tres gobiernos más. Pero todavía tengo una declaración de mi papá que se ha mantenido en el tiempo, te diría que él para todo lo que él vivió, pasó, trabajó, el es una persona que tiene casi 70 años y me dice que nunca, nunca en lo que él ha vivido acá en Chile, él había visto a gente más feliz en la calle que en ese momento. Por eso te digo, es debatible, pero ya ese mismo momento, ese mismo instante de que después de que termina el plebiscito, después de que hay un reconocimiento con fórceps y todo lo que quieras con respecto a la dictadura, de que efectivamente ganó el No, él nunca vio gente tan contenta en la calle y tiene que ver con todo un mundo que cambió. Una época muy oscura de Chile, que mi generación, por lo menos la va a seguir viviendo.
Mi hijos no. El tema generacional nos va a tocar a nosotros. La gente que tiene 40 años y de ahí para arriba. Yo aspiro a que la gente que viene de 20 ya pueda construir un país distinto, que se termine mentalmente, en el fondo la transición no en hechos. No, no, no, no, aquí estamos hablando desde el punto de vista de los partidos, de los movimientos políticos. Pero ese instante que yo te decía de mi papá, todavía recordando eso aquel día de hoy, que tiene más de setenta años y me dice chuta, yo no cambiaría nada de lo que pasó por ese momento, en donde efectivamente se da a conocer el triunfo del No y la gente, ese carnaval espontáneo, callejero. Sí, sin ataduras y sin miedo de liberación auténtica para la gran mayoría, de lo que de este país.