Patricio Bañados

Como mi señora trabajaba en la Embajada de Holanda, ella había hablado con el embajador para que si las cosas se ponían muy muy terribles, yo pudiera saltar muralla e irme a la embajada […]. Él le dijo: “No me digas más. Ya lo sé. Tal vez Don Patricio venga a tomarse un trago de whisky conmigo”

Transcripción

Yo llegué a la franja del No porque los partidos hicieron un estudio de marketing y yo, a pesar de que llevaba 5 años expulsado de la televisión por la dictadura, resulté se la persona mas confiable de la televisión, lejos. Esto me lo han dicho ellos a mi, yo no he visto nunca la encuesta nada. Entonces, la verdad es que cuando me vi ahí, sentí orgullo, pero a medida que pasó el tiempo se me empezó a hacer un peso casi insostenible, y en un momento en que creí que no podía seguir. Me di cuenta lo que me estaba echando encima. El odio de la gente de, de casi la mitad de Chile, porque la mitad del país votó a favor de la dictadura. Eso si recuerdo que se me hizo; ah, y es que además en la franja del sí, empezaron a atacarme a mí. Entonces uno no sabía lo que iba a venir en la franja del Sí. Así que resultó que fueron dos veces me parece, y muy, muy oscuro, un comercial que había hecho yo pero que, era tan antiguo que ni siquiera se advertía bien que era yo. Y entonces pasó pero fue un, el mes fue muy muy pesado. Y como cuento en mi libro, los partidos de oposición me contrataron una compañía de taxis porque pensaron que era muy peligroso que yo anduviera solo en mi auto efectivamente, podían haber pasado cualquier cosa. Entonces me pasaba a buscar un taxi. Una vez me pasó a buscar un taxi con un choffer muy moreno, de esas caras brillosas como de los boxeadores, a la gente cuando le han pegado mucho se pone como brilloso, no sé a que se debía. Y cuándo vamos manejando me dice “¿Usted se siente muy seguro, no?” Y yo, “¿por qué?” “Con la propaganda política que está haciendo.” “Mire,” le dije yo, “ uno hace lo que tiene que hacer no más, lo que considera su deber.” “Quien sabe si pensaría lo mismo con una medio docena machucándolo un rato,” me dijo. No se me ocurrió ninguna respuesta. O sea se me ocurrieron un par, ingenionsas, pero pensé que, ¿para que tanto? Porque pensé en decirle, “¿6 no más? ¡pss!” Pero dije, “No, no, no, no digas nada.” Así que, eso fue una cosa, no me acuerdo alguna otra.

Una vez fuimos al cine con mi mujer, y tocan la canción nacional, parece que fue justo el 18 de septiembre que es día nacional, y eso fue durante ese, terminó el 5 de octubre, y tocan la canción nacional y la tocan con esa estrofa que agregaron los militares, “nuestros hombres valientes…” Y todo el mundo estaba de pie con la canción nacional y yo me siento. Y fue una reacción, y mi mujer se sienta. Entonces terminó la canción y o le dije, “mejor nos vamos” sobre todo ella siendo extranjera. Así que nos paramos y nos fuimos.

Bueno, yo tenía una casita con jardín en el sector alto de Santiago hacia la cordillera, no muy alto, pero por ahí. Y fui a votar temprano. Mi mujer no, porque es holandesa, así es que no tenía derecho a votar. Nunca se había inscrito ni nada así. Así que fue un día normal. Yo creo que tal vez hayamos hecho una, una parrillada o algo así, porque había que esperar el momento en que empezara a aclararse como iba el asunto, del plebiscito. Había grandes dudas de que respetaran el resultado en caso que le fuera adverso. Había bastantes dudas respecto a mi futuro en caso de que el No perdiera. Aunque no eran una gran incógnita porque yo ya estaba marginado de la televisión chilena, a raíz de que me había opuesto a la dictadura. Y entonces como a las cinco de la tarde ya empezaron algunos cómputos y había dos cómputos, en realidad, había más, pero básicamente dos, el del gobierno y el de Radio Cooperativa, junto con Radio Chilena. Me parece que eran las radios de oposición. Y resulta que no calzaban estos dos cómputos, mientras en, la de Radio Cooperativa, etc. el No inmediatamente empezó a sonar con alguna ventaja. En el del gobierno, ganaban ellos siempre. En todos los cómputos parciales que se iban haciendo. 

A eso de las seis de la tarde empezaron a pasar autos frente a mi casa, a gritar insultos. Paraban y gritaban. Eran muchachos, muchachos, seguramente de familias acomodadas de la clase alta chilena que para su vergüenza estaba feliz con la dictadura. Bueno, entonces empezaban a pasar a gritar insultos. Yo llamé por las dudas, al agente del comando del No, alguien con quién me entendía. Le dije, mira, ha empezado a pasar esto y si se pone más bravo, ¿qué hago? Porque yo no sé, me puedo agarrar con ellos a golpes, pero no sé qué corresponde aquí. Y me dio un número, me dijo, mira si esto empeora, llama a fulano de tal y él va a llamar para la comisaría que estaba ahí cerca de mi casa, relativamente cerca, a unas cinco cuadras había una comisaría. Pero no pasó de eso. Si no que eran muchachos que en realidad, picados porque este tal por cual que traiciona a la patria. Y luego nos sentamos ya en la casa a esperar el resultado, porque a medida que avanzaban las horas los cómputos eran más completos y continuaba esta discordancia entre lo que informaba la radio periodísticamente y lo que informaba el gobierno. Eso aumentaba la incógnita de qué iba a pasar si se iba a respetar o no, porque era difícil que no respetaban si había una radio que estaban dando eso. Pero por otra parte se podía esperar cualquier cosa de un país en dictadura. Total, que llegó la noche y, y la discordancia era total. El hombre que daba la noticia del gobierno las daba desde el edificio Diego Portales, que era la sede del gobierno, era, ese, diputado Cardenil, que fue diputado después cuando volvió la democracia, entonces era un funcionario de gobierno y con toda desfachatez seguía dando ganadora al gobierno. Mi señora y yo escuchábamos nada más. 

Por las dudas, como mi señora trabajaba en la embajada de Holanda, ella había hablado con el embajador para que si las cosas se ponían muy, muy terribles, yo pudiera saltar muralla e irme a la embajada, que no quedaba muy lejos de mi casa, no quedaba al lado, pero era accesible a pie. Fue muy divertido porque cuando mi mujer le empezó a hablar al embajador, “mire el plebiscito…” Le dijo, “No me diga más, ya lo sé. Tal vez don Patricio venga a tomarse un trago de whisky conmigo.” 

Y mi hija mayor no pudo resistir más lo que estaba viendo y se fue al piso alto de la casa a escuchar la radio nada más porque ver en la televisión esa barbaridad. Y de pronto hubo un momento muy curioso que la televisión se puso a dar dibujos animados. Yo dije, aquí sí que queda la grande, porque es inexplicable que en la votación más importante del siglo, rque había habido elecciones presidenciales, pero aquí se decidía algo mucho más importante que quién era presidente, se pone a dar dibujos animados. La hora avanzaba y finalmente vienen desde el Ministerio de Defensa a La Moneda que, ¿tú ubicas eso, que son como dos cuadras en que hay una plaza?, así que es un espacio vacío, no es una calle. Vienen ahí Matthei, el carabinero que era Stange y Merino, el inefable Merino. Y hay un periodista, se acerca a Matthei y le dice, General, no sé qué, y Matthei le dice, “Para mí está muy claro que ganó el No.” Ese fue el momento. Ya lo había dicho y por cadena nacional, en televisión y en radio, y lo había hecho un miembro de la Junta.

Ahí nosotros ya nos fuimos a acostar, ¿no? Más interesante fue el día siguiente, porque despertamos normal, en fin. Pero ya a eso de las doce empezamos a sentir gritos lejanos, pero gritos de multitud. [Imita los gritos] qué sé yo. Total, que al cabo de un tiempo yo fui con, con con mi segunda hija, no la mayor, que me pidió, “Vamos a ver, papá, esta cosa”, qué sé yo”; “yo le dije sí, pero yo no me voy a meter ahí.” Están celebrando, me van a agarrar. Así quefuimos en el auto, era a unas cuantas cuadras de mi casa, a unas diez cuadras, y vimos una muchedumbre en una avenida amplia que es eas Condes, o Apoquindo en Santiago, una muchedumbre y pasaban camiones y autos y camiones con banderas y la gente celebrando. Había carabineros y los abrazaban porque creyeron que la cosa era como en Portugal, que parece que a la policía o al ejército a la gente les daba flores. Los carabineros muy, muy cerca. También era difícil para ellos saber qué podían hacer. Y mi hija se bajó y fue a ver de cerca esta cosa. Yo me quedé en el auto como a dos cuadras de distancia, pensando que se había ganado esto y ya veríamos cuál sería el resultado. Al cabo de un rato mi hija volvió, tomamos el auto regreso a la casa. Nadie de la Concertación, nadie me llamó por teléfono. Así fue.